La palabra sentir se puede interpretar
de muchas maneras; la que nos interesa en esta página está íntimamente
ligada al sentido de lo que hacemos. Nuestras creencias nos pueden
empujar a realizar algo, sin embargo en nuestro interior “sentimos” que
deberíamos actuar de otra manera. ¿Quién no ha experimentado esta
sensación?.
De
hecho, este sentir es el mejor motor para ampliar nuestras creencias y
visión de la vida. Pisar la raya de algo prohibido suele
ir en contra de las instrucciones recibidas por nuestro entorno. La
culpabilidad aparece en el mismo momento de poner nuestro pie en ella,
de forma especialmente hiriente, cuando la línea ha sido trazada por
seres queridos en nuestra infancia. Pasar al otro lado significa ir
contra las personas en las que habíamos depositado toda nuestra
confianza, en una edad que las contemplábamos casi como dioses. El
drama humano está servido: debemos hacer una cosa y sentimos otra. El
sentir del que deseo hablar vive fuera de nuestras creencias, por lo
tanto nunca se puede expresar como miedo, como prejuicio, como odio,
como recelo… Su origen está más allá de nuestra mente, en un lugar que
llamo corazón… es el centro de nuestra existencia, es el nutriente
esencial de nuestra vida. Cuando conectamos con él sentimos una enorme
fuerza, y a nuestra mente le inunda una claridad que, aunque no pueda
entender, la desea como alimento. La luz del corazón suele escapar por
el brillo de los ojos y por la ventana de una sincera sonrisa,
recordándonos su presencia en todos los seres humanos.
Muchas de nuestras creencias son limitantes porque han renunciado a
experimentar esta fuerza del corazón. Para lograrlo han tenido que
construir en nuestra mente “inhibidores del sentir”, sólo así se
explica que hayamos podido crear experiencias como las guerras, o que
mantengamos una sociedad basada económicamente en la competitividad, en
la que siempre habrá perdedores.
Hay un ejemplo aún más claro: hablamos
de la crisis económica como el mayor problema actual, mientras cada día
mueren miles de personas de hambre ¡Menudo inhibidor a nivel
planetario! No se trata de sentirnos culpables, pues eso pertenece al
plano de las creencias; sino de intentar conectar con nuestro corazón,
fuente de la auténtica sabiduría e inocencia. Para ello hay que eliminar
los obstáculos: los inhibidores del sentir. Detectarlos es el primer
paso y requiere todo un trabajo personal. Como ejercicio previo podemos
ensayar intentando verlos en los demás, que siempre es mucho más fácil.
Luego, esas otras personas harán de espejo para reconocerlos dentro de
nosotros mismos. Finalmente, como expertos artificieros, intentaremos
desactivarlos. ¿Qué te parece lo que te propongo…?. En el proceso es
importante que nuestra mente disfrute, a través de la curiosidad, para
que el sentido de culpabilidad y otros obstáculos no se interpongan en
nuestro camino. No hay que censurar a ninguna creencia, pues con ellas
hemos construido hasta ahora nuestra vida, pero sí hay que ceder el
poder al corazón, fiel depósito de nuestra esencia y fuente del
verdadero amor.
Fuente: http://crecimientopersonal.suite101.net
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